domingo, 29 de mayo de 2011

Escenas I

Entró a su casa con el pelo mojado, y los ojos, y la cara. Lloró un rato sobre su hombro y sobre ese sofá que minutos después conocería su silueta. Una lágrima escurridiza le mojó la camisa a rayas que tanto le había gustado hasta ese día. Traspasó la tela hasta su piel. Él lo hizo hasta la suya. A partir de ahora esa camisa tendría para ella olor a soledad. Él iba a sentirle por siempre el perfume de ella.