Escenas II
Deja caer el arma delante de sus pies. Corre hasta ella. Grita, pero ella no lo escucha, porque se acordó tarde de gritar. No le importa si siguen disparando, no le importa cuántos caen y de qué lado. Ya no escucha los disparos sino un agobiante silencio de fondo.
Llega hasta ella y la toma en sus brazos. Le habla, pero ella no lo escucha. Decide llevársela de allí, porque ese no es un lugar para ella. No sabe aún si es un lugar para él. Ahora no le importa eso porque lo único que necesita es sacarla de allí y dejarla en algún lugar donde esté a salvo, comprobar que está bien y pedirle perdón. Sabe que él no disparó. Sabe que podría haberlo hecho.